viernes, 1 de junio de 2012

Quinta Crónica

Existe un problema recurrente en varias disciplinas artísticas con el tema del “estilo” y los “rasgos de estilo”. Sucede que a veces por ejemplo a los que escriben mal, los críticos les dicen que “tienen estilo propio” y eso no es verdad, la cosa es mucho más sencilla, son horribles y punto, no crearon nada nuevo, lo que pasa es que no les sale lo viejo. De lo contrario nadie haría nada mal, seríamos todos artistas con “estilo propio” y haríamos exposiciones de “aire contemporáneo” u “óleo imaginario”, argumentando que “el arte está dentro de cada uno”, yo lo veo así y hay que imaginar las obras, ¡Pavadas! ¡Ahí no hay nada flaco! ¡Devolveme la plata!


Pongamos las cosas en claro, que me digan que Picasso inventó el cubismo y marcó una época, fundó una escuela, está perfecto. Ahora, que me digan que Juan Carlos Hippie Maravilla hizo una casita con palitos de helado y en esa casita se reflejan claramente 500 años de explotación aborigen en Latinoamérica, es mentira.

¿Por qué estamos hablando de esto? Porque alguien dijo que mi atraso en las publicaciones es un “rasgo de estilo” y una característica del blog, que tardo en publicar para darle cierta identidad a la cosa, lamento decirle que no, es de colgado.

La búsqueda continúa y por caminos que ya hemos transitado: la medicina.

Hoy: Mi quiropráctico y mi nueva dentista.

Medical Mystery Tour 2

Mi quiropráctico ha sido bastante criticado por el círculo que frecuento debido a las técnicas que utiliza, pero a mi me saca el dolor que es lo importante. Él es una especie de Mahatma Gandhi de chaqueta blanca con cuello mao y lentes chiquitos que apoya en la punta de la nariz. Un tipo de 45 años aproximadamente, tez morena y sonrisa fraternal como la de Farinello, habla suave y practica varias técnicas, entre ellas: la tibetana de rectificación de columna, la homeopatía y la traumatología. Ahora, de Mahatma le quedó la pinta nomás, porque bien que cobra salada la consulta. Un Gandhi capitalista y talibán.

Atiende la mitad del año acá y la otra mitad en Barcelona, así de top es mi médico. Los turnos hay que pedirlos con dos meses de anticipación, en honor a la verdad yo usé uno que abandonó mi tía Mari de Chivilcoy, de lo contrario seguiría en lista de espera. Así que cuando llamaron a María del Carmen y entré yo, al tipo le debe haber parecido que mi tía estaba cambiada, pero no preguntó, en los tiempos que corren nunca se sabe.

Le dije al hombre que de nuevo estaba mal de la columna y me hizo parar. Me miró de frente y yo, por la experiencia de veces anteriores, sabía lo que estaba mirando. Se fijaba si mis hombros estaban parejos, mis hombros debían estar como los de Michael Jackson en pleno breakdance, porque me hizo acostar boca abajo en la camilla y me cagó a palos como nunca antes.

Siempre previo a esta parte pone música hindú, no sé si para relajar o para que no escuchen los gritos en la sala de espera. Arrancó clavándome los dedos en el cuello tan fuerte que los brazos se me levantaban solos, después el codo en la base de la espalda y de la fuerza que hacía contra mi columna yo veía como se le levantaban los pies del piso, hasta que se escuchaba un “Crack”. Repitió la técnica vértebra por vértebra, cuando iba por la mitad yo ya quería que me pegara un tiro en la nuca y terminara con esto. Cuando agregó “esto va a doler” dije, ya está, hasta acá llegué, cuando se da vuelta le pego una patada y corro. Pero aguanté.

Terminó cansado y me pidió que me parara. Quedamos de frente como dos boxeadores en el quinceavo round de la pelea mirándonos en medio del ring, nos tambaleábamos un poco atontados, él de hacer fuerza y yo de la vapuleada. Me miró de nuevo los hombros y debían estar parejos porque no me hizo volver a acostar.

Hace un tiempo le recomendé este médico a un amigo y me acuerdo que después de la sesión me llamó para putearme, tenía razón.

Me dio dos frascos de pastillas y uno de gotas que se preparan en una farmacia de capital y cobra tan caros como la consulta, pero dice que es el único lugar donde confía que los hacen bien, será de algún pariente. Para esto antes de irme me preguntó si me pasaba algo más y a mi se me ocurrió contarle de mi huevo en la mano. Ahí nomás me enchufó un imán que me dijo que tenía que llevar pegado en la muñeca y no sacármelo ni para bañarme, me duró tres días, ahora lo uso para colgar papeles en la heladera.

Cada vez que salgo del médico masoquista este no sé si me saca el dolor o si ahora me duele tanto todo que no siento lo primero. Es como si me doliera la cabeza y yo fuera a que me corten un dedo.

La dentista me la recomendó un amigo, cuando le comenté que necesitaba encontrar un artesano dental para hacerme un control a él se le iluminaron los ojos, yo en ese momento no entendí por qué, pero lo supe más tarde.

Lo que más me intereso fue que atendiera a cinco cuadras de casa. Mi amigo me dijo con mucho entusiasmo que en el consultorio tenía lo último en tecnología, que no te hacía doler, que trabajaba bien, rápido, que nunca te hacía esperar más de 15 minutos, se convirtió de un momento para el otro en telemarketer dental y en sus palabras se traslucía cierta pasión “extra”, cierta satisfacción agregada, que yo no llegaba a entender del todo, hasta que en la última frase dijo “…y está buenísima”.

Saqué turno y fui. Eran muchos consultorios, el lugar parecía recién estrenado y muy bien decorado, mucha luz natural, sillones de cuero negro y una escultura abstracta enorme que colgaba en la sala de espera sobre la cabeza de los pacientes, esos no son simples detalles, alguien piensa en esas cosas. Me gustó no ver otro cuadro de Monet en otra sala de espera con paredes color pastel, ni las revistas veraniegas del 95 con Raquel Mancini en la tapa. Un dato interesante: ni una sola Dora alrededor.

La secretaria me indicó que pasara por el consultorio número 1, entré y ahí estaba la reina del torno, una especie de Scarlett Johansson rubia, de 26 años, apellido francés y uniforme blanco, una de esas que se le escaparon a Woody Allen por desavenencias geográficas o porque se pasan el día trabajando full-time en una oficina.

Me preguntó por qué había ido y lo primero que me salió fue contarle que mi dentista anterior había dejado de atender pacientes, que ahora se dedicaba a la cirugía porque le daba más plata y que la verdad, el consultorio me quedaba cerca de casa. Cuando llegué a este punto me di cuenta que la pregunta de por qué había ido, también y muy probablemente, podía referirse a mis molestias dentales, por lo que podría haber evitado decirle que no estaba ahí porque ella era buena profesional sino más bien porque me quedaba cómodo. Recién ahí le dije que hacía mucho que no me hacía un control.

Me hizo acostar en el sillón y prendió la lámpara, se puso guantes y empezó a revisar, me colgó un gancho aspirador de un lado de la boca y con otro me tiraba aire por todos lados, me metió también un par de algodones y unas placas metálicas entre los dientes. Yo miraba a un punto fijo alla en el techo y obvio que no hablaba de nada, no tenía con qué.

Me puse a pensar que con tantas cosas en la boca debía tener toda la cara deformada, después vino la anestesia y ahí me acordé de una anécdota que mi amigo me había contado:

Recordaba él que en su última sesión con esta dentista, cuando le terminaban todos los arreglos, se puso a pensar que no la iba a ver más, en realidad hasta que tuviera que hacerse un nuevo control dentro de seis meses. El problema radicaba en que él no quería irse ese día del consultorio sin invitarla a tomar algo. Mi amigo es muy valiente… o bastante caradura. Fue así que cuando terminó la sesión se paró del sillón decidido a hacerle la proposición y exactamente en ese momento, con Scarlett mirándolo a los ojos, se dio cuenta de que tenía la mitad de la cara anestesiada, a lo que siguió la imagen mental de lo mismo que me imaginé yo, un pibe con la mitad de la cara caída como los relojes blandos de Dalí, diciendo: “quegggrría invitaggrrte a tomagrr un crrraffé”, a estas palabras las seguirían una media sonrisa y la baba chorreando por el lado dormido del labio. A Scarlett no le hubiera gustado la escena. Por suerte mi amigo logró contenerse antes de cometer una locura.

Me dio risa el pensamiento y ella me miró como diciendo “¿de qué se ríe este boludo?”. Siguió en lo suyo y después de un rato me sacó todos los artilugios que tenía en la boca. Me paré pero me hizo sentar de nuevo. Agarró mi cepillo, el que me había hecho llevar especialmente y lo examinó, lo miró como si leyera la borra del café, esperaba que me diera alguna predicción como “se vienen tiempos difíciles” o a lo sumo un “ayer comiste milanesas”, pero no. En su lugar me dijo que parecía que el cepillo estaba bien utilizado –Es nuevo- le dije, y se desilusionó un poco. Después me fui.

Ahora medicinalmente me quedaría ver a una dermatóloga por un sarpullido en el cuello y hacerme un control de rutina con el nefrólogo durmiente, pero no sé si eso se convertirá en crónica, ya hubo bastante medicina en el blog. Inclusive si el sarpullido se me va pronto no creo que vaya a ningún lado, además con Scarlett tengo turno la semana que viene y Mahatma me llenó de pastillitas que vinieron adjuntas a un manual indescifrable de cómo tomarlas.

Veremos por dónde seguimos buscando, lo que puede ser dentro de mucho o dentro de poco. Lo bueno es que mi lista de médicos, que a comienzos de año se extendía hasta límites insospechados, disminuyó considerablemente. Necesariamente debo estar más cerca de Pepperland o por lo menos, ser más saludable.

5 comentarios:

elblogdeblah dijo...

Grosso entre los grossos... hay que ponerse en campaña para exigirte EL LIBRO de Buscando Pepperland--- sería bastante similar al libro que apareciera en un capítulo de Tom y Jerry: "La vida con Tom"... rastreá ese capítulo y evaluá la posibilidad.

Saludos,

Nicolás

PD: Largá a Scarlett :D

Euge dijo...

Muy buena crónica Alex.

Besos

Euyin

Anónimo dijo...

Dijo Clarin: "Hilarante, como cada cronica"

Dijo La Nacion: "estamos acostumbrados a este humor aventurero"

Dijo Ole: "q carajo me preguntan a mi?"

El resto de los medios graficos anunciaron: "que se venga una nueva cronica!!!!"

Anónimo dijo...

Dejá de hacer la plancha y no te duermas en los laureles muñeco de torta! Queremos la crónica nueva ya, y sabemos donde vivís.

Quiropráctico en Barcelona dijo...

Buen poste, gracias por compartir.