Esta crónica se hizo esperar más que las anteriores, lo sé, pero sepamos entender que eran muchos los médicos por visitar. Bien, enumerando puedo decir orgulloso que fui a una nutricionista, a un dentista y al que controló mi quiste en el riñón. No fui al de la piel, ni al…al…al…al que me diga qué es lo que me salió en la mano, principalmente porque no sé a quién acudir, si a un médico, mucho menos a qué médico, a la APG, a un brujo... alguna mente maligna me llegó a decir que vaya a un veterinario.
Medical Mystery Tour
Debería comenzar este relato por el pedido de turnos, los reiterados llamados telefónicos, el buen humor de las secretarias, los datos, comprar los bonos, las esperas, los contestadores, las colas, la obra social… pero sinceramente todo eso merecería una publicación aparte.
Por lo antes mencionado, nos trasladaremos directamente hacia el meollo del asunto, a lo prometido, al “qui” de la cuestión, al primer lugar en que nos encontramos cuando vamos al médico, a esa particular habitación que antecede la consulta: a la sala de espera.
En primer lugar quiero decir que aproximadamente el 80% de las salas de espera que he visitado, tienen por alguna razón cuadros de Monet. Me cuesta creer que todos los doctores tengan el mismo gusto en materia artística, o que junto con el título la Facultad de Medicina entregue a sus egresados una serie de láminas, ¿tendrá algún fín terapéutico y yo no lo sé? Esta regularidad siempre me llamó la atención, en fín, sin quererlo ese fetiche de los médicos, ha transformado al pintor francés, en sinónimo de enfermedad y espera para mí.
El segundo elemento que no puede faltar son las revistas. Por lo general se hace una inversión inicial de alrededor de 20 magazines, que se entremezclan con folletos médicos y eso queda ahí, para siempre, en un revistero o sobre la mesa ratona.
A través de las revistas uno puede conocer más a su médico e incluso saber cuánto deberá esperar para ser atendido. ¿Cómo? De la siguiente manera: las revistas digamos “de espera”, no son comunes, han sido meticulosamente seleccionadas y se ha tenido en cuenta un detalle fundamental, todas deben tener crucigrama (y alguna noticia de Marcelo Tinelli).
Mediante la observación minuciosa de los crucigramas, es como podremos calcular nuestra estadía. Partamos de la base de que todos van a estar hechos y terminados, jamás en una sala de espera se hallará un crucigrama vacío.
Lo primero a tener en cuenta, es observar si los mismos han sido realizados con la misma letra y la misma lapicera, en caso de que no sea así y uno note que son varias las personas que han participado de la realización, el veredicto es positivo. Alegrémonos, quiere decir que nuestro médico despacha rápido a sus pacientes. Cuantos más colores y más tipografías encontremos, los resultados serán más alentadores. Por el contrario, si está a la vista de que los crucigramas han sido realizados de punta a punta por las mismas personas, debemos preocuparnos y comenzar a leer la nota de Tinelli, tenemos para un rato.
El segundo detalle son nuestros compañeros de espera y las múltiples relaciones y competencias que entre ellos se establecen. Tenemos compañeros de espera que charlan y otros que simplemente no, particularmente prefiero los últimos. Pero todos, en especial las señoras grandes, establecen entre ellas una batalla muda, una guerra fría, en la que se juegan el orgullo y el poder sobre el resto. Hay un solo objetivo: que el doctor las salude.
Cuando el médico sale a despedir a un paciente y se dispone a llamar al siguiente es el momento de actuar. Estas mujeres se enderezan en sus asientos y le calvan la mirada buscándole los ojos, no lo dejan en paz, al tiempo que le hacen una sonrisita picarona, desviviéndose por lograr el ansiado –Hola Olga, ¿cómo está?- .
Cuando se cierra la puerta ellas quedan ahí, con esa sonrisa de satisfacción en el rostro y miran al resto como diciendo, “vieron, me saludó el dotor”, victoriosas.
Yo querría decirle Olga, que no sé cuán bueno es que el doctor ya la conozca y sepa su nombre, digamos que a lo menos el hecho no suena muy saludable para con su persona, pero si usted es feliz.
Cuestión, que como ya creo haber mencionado, la primer especialista consultada fue una nutricionista. La señora me atendió rápido por suerte y casi no pasé por la sala de espera, se disculpó porque recién llegaba del gimnasio y no se había bañado (o yo hace mucho que no voy al médico o esto es poco serio).
La mujer tenía el consultorio armado en su casa, pero armado como consultorio, digamos que bien armado, la casa separada del lugar donde atendía. Hago esta aclración porque ya veremos más adelante que hubo otro, que antes de ingresar me hizo pasar por una cocina y al que a mitad de la consulta el hijo vino a pedirle plata (¿sacaron el ingreso a medicina?).
Bueno, esto fue rápido, me preguntó qué me gustaba comer, lo cargo en una computadora, apretó “enter”, imprimió una dieta, me dijo que me veía en un mes y que eran 50$ más un bono A, genial (¿alguien sabe si ese programa puede bajarse de Internet? Porque me sale más barato). Antes de irme le pregunté, sin ánimos de ofender a la licenciada, ni pretender pedirle explicaciones a una especialista en una disciplina que claramente no me concierne y desconozco:
-¿No me tendrías que pesar?-,
-¡Uh, Sí! Menos mal que te acordaste-
(Uh, menos mal que no sos cardióloga)
El segundo especialista pasará rápido (Off the record: lo conozco y no quedaría bien que hable mal de él, porque nunca me cobra la consulta), el dentista. Demás está decir que la atención fue excelente y yo sé que él no tiene la culpa del horroroso torno, las pinzas, el olor, la anestesia, la luz enceguecedora, el babero de papel y todas esas cosas que hacen del dentista una experiencia renovadora, en la que cada sesión nos hace apreciar más la vida… lejos de ahí.
Cerrado rápidamente el tema dentista me adentraré en la experiencia médica que sinceramente más me marcó y aunque muchos dirán “es imposible”, aseguro que es 100% real y por ser la más jugosa de las historias, me detendré en algunos detalles (con esto compensamos lo del dentista).
Fui por el control de un quiste que hace algunos años me fue hallado en el riñón y que si bien no es peligroso, debo controlar cada seis meses.
El especialista en cuestión me llegó muy bien recomendado por otro médico conocido, que lo calificó como el mejor de la ciudad, jefe de tal hospital, premiado, autor de varios libros en materia de nefrología, en fin, una eminencia.
El primer detalle fue el pedido de turno, debía realizarse en persona, entre las 11.00 y las 14.00, en el domicilio del doctor, que era también donde atendía. Cuando llegué ya había cola en la puerta y un hombre incluso había llevado un banquito desplegable para la espera, a horario se dieron los turnos y a mí me tocó a las 18.00.
Llegué puntual para no hacer esperar a su señoría y en la sala de espera ya había tres señoras muy mayores aguardando. Una puerta doble con vitró separaba la sala de espera del comedor diario de la casa del doctor y otra al fondo parecía conducir al consultorio.
Me senté y agarré la primer revista que estaba arriba de la mesa, el crucigrama estaba hecho de “Salmón” horizontal a “Sueiro” vertical, por la misma persona.
Debo decir, que después del robo a mi rueda de auxilio (¡que no fui a buscar!, puta, me acuerdo cuando escribo estas crónicas nomás), las esperas ya no me parecen tan largas, todo se ha relativizado. Pero al llegar a las 18.00 puntual, ver que tres personas aguardaban ser atendidas y especialmente cuando el paciente que estaba adentro salió a las 20.00, me empecé a preocupar.
Una de las mujeres se levantó y se dispuso a ingresar en el consultorio, por la velocidad con que se movía barajé la posibilidad de pasar la noche allí.
Me quedé ahí con mis dos compañeras, que rezaba para que fuesen hermanas, amigas, novias, decoración o algo que adelantase mi turno. En un momento de desesperación llegué a pensar que una de ellas no viviría más de 20 minutos, lo que haría que me atendiesen más rápido, pero no, sobrevivió.
Alrededor de las 20.40, pasó lo que no tenía que pasar, una me habló. Cual Dora en el gimnasio, preguntó:
-¿Primera vez con el doctor?-
-Sí-
Sinceramente necesitaba que el tiempo pasara de alguna forma y decidí, ya que estaba, averiguar un poco sobre qué me esperaba del otro lado de la puerta:
-¿Y qué tal el doctor?- pregunté
-Haaaaaaaaay, es excelente- gritó una mientras la otra asentía con la cabeza.
Después de las descripciones que me hicieron estas dos señoras, llegué a la conclusión de que ambas estaban enamoradas del médico. Una decía incluso que iba una vez por mes “por las dudas”. No sé, iba a que el señor la tocara un rato y le dijera que no tenía nada.
Por los antecedentes que ya me habían dado no me sorprendió que las mujeres se desvivieran en anécdotas y juicios positivos sobre el superdoctor, pero hubo una frase que me dejó pensando y con cara de confundido.
-Aunque se duerma, es el mejor-
(¿?)
La mujer debe haber visto mi cara, porque enseguida agregó:
-Te explico, él a veces se te queda dormido, pero vos esperá un ratito que se despierta y sigue con lo que te estaba diciendo. Es porque trabaja mucho pobre, pero es el mejor-
No creo que después de la explicación de la señora mi expresión haya sido de más tranquilidad. Pero me dio algo en qué pensar.
Bueno, esto podía explicar las largas esperas, en algún momento me preocupé por lo que podían hacer esas señoras con el médico dormido, se aprovecharían o lo tomarían con naturalidad y se dormirían una siesta con él, para levantarse al rato y seguir con la consulta, no sé.
Me atendió a las 22.00. Entré y era un hombre de unos 40 años, parecía serio, para llegar al consultorio pasé por una cocina donde estaba cenando gente, casi saludo pero me arrepentí a último momento, no correspondía, ah por si a alguien le interesa comían pollo.
El escritorio del señor estaba lleno de libros de medicina, a sus espaldas una biblioteca con más libros y las paredes abarrotadas de diplomas.
Entró un chico de 17 años que con tono de chico de 17 años dijo:
-¿Paaa… tenés plata?-
El doctor no dijo nada, sacó 20 pesos arrugados del bolsillo y se los dio al pibe.
Me pidió los datos (ya un clásico), me pesó, me midió, me tocó, me preguntó si se me dormían las manos, nada raro. Pase la primer prueba y hasta el momento el señor seguía despierto.
Nos sentamos en el escritorio y me pidió las ecografías, radiografías y demases del riñón como para mirar el quiste, que era la única razón por la que yo seguía ahí a las diez de la noche.
Sin levantarse de la silla alzó la mano con la radiografía hacia la luz de una araña que colgaba sobre el escritorio… la dejó ahí, miró…no decía nada…siguió sin decir nada, estaba duro, y ahí lo supe… se me había dormido el doctor.
De a poco la cabeza se le empezó a ir para atrás, la radiografía en alto, el tipo durmiendo, yo sentado frente a él… y olor a pollo.
(Ahora caigo en la cuenta de la suerte que tuve en que esas señoras me hayan advertido de esto, en otras circunstancias yo hubiera creído que el tipo se me había muerto)
Miré la radiografía y vi que empezaba a perder rigidez, porque evidentemente la mano del doctor se iba aflojando a medida que en él avanzaba el sueño. Fue eso, cuando la radiografía casi se le cae que volvió en sí y me miró…y lo miré… no dijo nada. Calculo que no sabría si me había dado cuenta.
Miró tres estudios más y juro que en los tres le pasó lo mismo, para el último ya yo también me estaba acomodando. Por lo menos cuando se despertaba no hacía ningún comentario, como alguna vez una mujer policía, intentando disimular.
Me dijo que no tenía nada, que me veía en seis meses para controlarlo de nuevo, le pagué porque el señor cobra en efectivo y no trabaja con obras sociales y me fui. Ahora el tema es que no sé si creerle… se tomó a pecho lo de “hazte fama y échate a dormir” parece.
Bueno los médicos que quedaron en el tintero ya los veré, igual lo de la piel dicen que es por el stress y lo de la mano… un misterio, ¿estigma?, no sé, quizás.
Para la próxima crónica estoy pensando qué hacer… retomar mis estudios de inglés para refrescar conocimientos o ir a una clase de yoga, dicen que sirve y como Pepperland no se bien donde queda, por ahí ayuda. Espero por lo menos estar más cerca que antes, yo creo que sí.
Medical Mystery Tour
Debería comenzar este relato por el pedido de turnos, los reiterados llamados telefónicos, el buen humor de las secretarias, los datos, comprar los bonos, las esperas, los contestadores, las colas, la obra social… pero sinceramente todo eso merecería una publicación aparte.
Por lo antes mencionado, nos trasladaremos directamente hacia el meollo del asunto, a lo prometido, al “qui” de la cuestión, al primer lugar en que nos encontramos cuando vamos al médico, a esa particular habitación que antecede la consulta: a la sala de espera.
En primer lugar quiero decir que aproximadamente el 80% de las salas de espera que he visitado, tienen por alguna razón cuadros de Monet. Me cuesta creer que todos los doctores tengan el mismo gusto en materia artística, o que junto con el título la Facultad de Medicina entregue a sus egresados una serie de láminas, ¿tendrá algún fín terapéutico y yo no lo sé? Esta regularidad siempre me llamó la atención, en fín, sin quererlo ese fetiche de los médicos, ha transformado al pintor francés, en sinónimo de enfermedad y espera para mí.
El segundo elemento que no puede faltar son las revistas. Por lo general se hace una inversión inicial de alrededor de 20 magazines, que se entremezclan con folletos médicos y eso queda ahí, para siempre, en un revistero o sobre la mesa ratona.
A través de las revistas uno puede conocer más a su médico e incluso saber cuánto deberá esperar para ser atendido. ¿Cómo? De la siguiente manera: las revistas digamos “de espera”, no son comunes, han sido meticulosamente seleccionadas y se ha tenido en cuenta un detalle fundamental, todas deben tener crucigrama (y alguna noticia de Marcelo Tinelli).
Mediante la observación minuciosa de los crucigramas, es como podremos calcular nuestra estadía. Partamos de la base de que todos van a estar hechos y terminados, jamás en una sala de espera se hallará un crucigrama vacío.
Lo primero a tener en cuenta, es observar si los mismos han sido realizados con la misma letra y la misma lapicera, en caso de que no sea así y uno note que son varias las personas que han participado de la realización, el veredicto es positivo. Alegrémonos, quiere decir que nuestro médico despacha rápido a sus pacientes. Cuantos más colores y más tipografías encontremos, los resultados serán más alentadores. Por el contrario, si está a la vista de que los crucigramas han sido realizados de punta a punta por las mismas personas, debemos preocuparnos y comenzar a leer la nota de Tinelli, tenemos para un rato.
El segundo detalle son nuestros compañeros de espera y las múltiples relaciones y competencias que entre ellos se establecen. Tenemos compañeros de espera que charlan y otros que simplemente no, particularmente prefiero los últimos. Pero todos, en especial las señoras grandes, establecen entre ellas una batalla muda, una guerra fría, en la que se juegan el orgullo y el poder sobre el resto. Hay un solo objetivo: que el doctor las salude.
Cuando el médico sale a despedir a un paciente y se dispone a llamar al siguiente es el momento de actuar. Estas mujeres se enderezan en sus asientos y le calvan la mirada buscándole los ojos, no lo dejan en paz, al tiempo que le hacen una sonrisita picarona, desviviéndose por lograr el ansiado –Hola Olga, ¿cómo está?- .
Cuando se cierra la puerta ellas quedan ahí, con esa sonrisa de satisfacción en el rostro y miran al resto como diciendo, “vieron, me saludó el dotor”, victoriosas.
Yo querría decirle Olga, que no sé cuán bueno es que el doctor ya la conozca y sepa su nombre, digamos que a lo menos el hecho no suena muy saludable para con su persona, pero si usted es feliz.
Cuestión, que como ya creo haber mencionado, la primer especialista consultada fue una nutricionista. La señora me atendió rápido por suerte y casi no pasé por la sala de espera, se disculpó porque recién llegaba del gimnasio y no se había bañado (o yo hace mucho que no voy al médico o esto es poco serio).
La mujer tenía el consultorio armado en su casa, pero armado como consultorio, digamos que bien armado, la casa separada del lugar donde atendía. Hago esta aclración porque ya veremos más adelante que hubo otro, que antes de ingresar me hizo pasar por una cocina y al que a mitad de la consulta el hijo vino a pedirle plata (¿sacaron el ingreso a medicina?).
Bueno, esto fue rápido, me preguntó qué me gustaba comer, lo cargo en una computadora, apretó “enter”, imprimió una dieta, me dijo que me veía en un mes y que eran 50$ más un bono A, genial (¿alguien sabe si ese programa puede bajarse de Internet? Porque me sale más barato). Antes de irme le pregunté, sin ánimos de ofender a la licenciada, ni pretender pedirle explicaciones a una especialista en una disciplina que claramente no me concierne y desconozco:
-¿No me tendrías que pesar?-,
-¡Uh, Sí! Menos mal que te acordaste-
(Uh, menos mal que no sos cardióloga)
El segundo especialista pasará rápido (Off the record: lo conozco y no quedaría bien que hable mal de él, porque nunca me cobra la consulta), el dentista. Demás está decir que la atención fue excelente y yo sé que él no tiene la culpa del horroroso torno, las pinzas, el olor, la anestesia, la luz enceguecedora, el babero de papel y todas esas cosas que hacen del dentista una experiencia renovadora, en la que cada sesión nos hace apreciar más la vida… lejos de ahí.
Cerrado rápidamente el tema dentista me adentraré en la experiencia médica que sinceramente más me marcó y aunque muchos dirán “es imposible”, aseguro que es 100% real y por ser la más jugosa de las historias, me detendré en algunos detalles (con esto compensamos lo del dentista).
Fui por el control de un quiste que hace algunos años me fue hallado en el riñón y que si bien no es peligroso, debo controlar cada seis meses.
El especialista en cuestión me llegó muy bien recomendado por otro médico conocido, que lo calificó como el mejor de la ciudad, jefe de tal hospital, premiado, autor de varios libros en materia de nefrología, en fin, una eminencia.
El primer detalle fue el pedido de turno, debía realizarse en persona, entre las 11.00 y las 14.00, en el domicilio del doctor, que era también donde atendía. Cuando llegué ya había cola en la puerta y un hombre incluso había llevado un banquito desplegable para la espera, a horario se dieron los turnos y a mí me tocó a las 18.00.
Llegué puntual para no hacer esperar a su señoría y en la sala de espera ya había tres señoras muy mayores aguardando. Una puerta doble con vitró separaba la sala de espera del comedor diario de la casa del doctor y otra al fondo parecía conducir al consultorio.
Me senté y agarré la primer revista que estaba arriba de la mesa, el crucigrama estaba hecho de “Salmón” horizontal a “Sueiro” vertical, por la misma persona.
Debo decir, que después del robo a mi rueda de auxilio (¡que no fui a buscar!, puta, me acuerdo cuando escribo estas crónicas nomás), las esperas ya no me parecen tan largas, todo se ha relativizado. Pero al llegar a las 18.00 puntual, ver que tres personas aguardaban ser atendidas y especialmente cuando el paciente que estaba adentro salió a las 20.00, me empecé a preocupar.
Una de las mujeres se levantó y se dispuso a ingresar en el consultorio, por la velocidad con que se movía barajé la posibilidad de pasar la noche allí.
Me quedé ahí con mis dos compañeras, que rezaba para que fuesen hermanas, amigas, novias, decoración o algo que adelantase mi turno. En un momento de desesperación llegué a pensar que una de ellas no viviría más de 20 minutos, lo que haría que me atendiesen más rápido, pero no, sobrevivió.
Alrededor de las 20.40, pasó lo que no tenía que pasar, una me habló. Cual Dora en el gimnasio, preguntó:
-¿Primera vez con el doctor?-
-Sí-
Sinceramente necesitaba que el tiempo pasara de alguna forma y decidí, ya que estaba, averiguar un poco sobre qué me esperaba del otro lado de la puerta:
-¿Y qué tal el doctor?- pregunté
-Haaaaaaaaay, es excelente- gritó una mientras la otra asentía con la cabeza.
Después de las descripciones que me hicieron estas dos señoras, llegué a la conclusión de que ambas estaban enamoradas del médico. Una decía incluso que iba una vez por mes “por las dudas”. No sé, iba a que el señor la tocara un rato y le dijera que no tenía nada.
Por los antecedentes que ya me habían dado no me sorprendió que las mujeres se desvivieran en anécdotas y juicios positivos sobre el superdoctor, pero hubo una frase que me dejó pensando y con cara de confundido.
-Aunque se duerma, es el mejor-
(¿?)
La mujer debe haber visto mi cara, porque enseguida agregó:
-Te explico, él a veces se te queda dormido, pero vos esperá un ratito que se despierta y sigue con lo que te estaba diciendo. Es porque trabaja mucho pobre, pero es el mejor-
No creo que después de la explicación de la señora mi expresión haya sido de más tranquilidad. Pero me dio algo en qué pensar.
Bueno, esto podía explicar las largas esperas, en algún momento me preocupé por lo que podían hacer esas señoras con el médico dormido, se aprovecharían o lo tomarían con naturalidad y se dormirían una siesta con él, para levantarse al rato y seguir con la consulta, no sé.
Me atendió a las 22.00. Entré y era un hombre de unos 40 años, parecía serio, para llegar al consultorio pasé por una cocina donde estaba cenando gente, casi saludo pero me arrepentí a último momento, no correspondía, ah por si a alguien le interesa comían pollo.
El escritorio del señor estaba lleno de libros de medicina, a sus espaldas una biblioteca con más libros y las paredes abarrotadas de diplomas.
Entró un chico de 17 años que con tono de chico de 17 años dijo:
-¿Paaa… tenés plata?-
El doctor no dijo nada, sacó 20 pesos arrugados del bolsillo y se los dio al pibe.
Me pidió los datos (ya un clásico), me pesó, me midió, me tocó, me preguntó si se me dormían las manos, nada raro. Pase la primer prueba y hasta el momento el señor seguía despierto.
Nos sentamos en el escritorio y me pidió las ecografías, radiografías y demases del riñón como para mirar el quiste, que era la única razón por la que yo seguía ahí a las diez de la noche.
Sin levantarse de la silla alzó la mano con la radiografía hacia la luz de una araña que colgaba sobre el escritorio… la dejó ahí, miró…no decía nada…siguió sin decir nada, estaba duro, y ahí lo supe… se me había dormido el doctor.
De a poco la cabeza se le empezó a ir para atrás, la radiografía en alto, el tipo durmiendo, yo sentado frente a él… y olor a pollo.
(Ahora caigo en la cuenta de la suerte que tuve en que esas señoras me hayan advertido de esto, en otras circunstancias yo hubiera creído que el tipo se me había muerto)
Miré la radiografía y vi que empezaba a perder rigidez, porque evidentemente la mano del doctor se iba aflojando a medida que en él avanzaba el sueño. Fue eso, cuando la radiografía casi se le cae que volvió en sí y me miró…y lo miré… no dijo nada. Calculo que no sabría si me había dado cuenta.
Miró tres estudios más y juro que en los tres le pasó lo mismo, para el último ya yo también me estaba acomodando. Por lo menos cuando se despertaba no hacía ningún comentario, como alguna vez una mujer policía, intentando disimular.
Me dijo que no tenía nada, que me veía en seis meses para controlarlo de nuevo, le pagué porque el señor cobra en efectivo y no trabaja con obras sociales y me fui. Ahora el tema es que no sé si creerle… se tomó a pecho lo de “hazte fama y échate a dormir” parece.
Bueno los médicos que quedaron en el tintero ya los veré, igual lo de la piel dicen que es por el stress y lo de la mano… un misterio, ¿estigma?, no sé, quizás.
Para la próxima crónica estoy pensando qué hacer… retomar mis estudios de inglés para refrescar conocimientos o ir a una clase de yoga, dicen que sirve y como Pepperland no se bien donde queda, por ahí ayuda. Espero por lo menos estar más cerca que antes, yo creo que sí.
13 comentarios:
Jeje… saludos Ale, espero con ansias tus clases de yoga… los lectores podemos elegir el camino onda tu propia aventura?
Pueden Manu, totalmente, estoy abierto a nuevos desafíos y todo tipo de propuestas, bueno, casi todo tipo de propuestas...
Alejin! si vas a proponer un viaje para la próxima, tratá que no sea a Mendoza sino voy a pensar que me estás escribiendo la vida jajaja.
Disfruté mucho la crónica.
Beso grande
Pepu
Alejo! Me encanta leer tus crónicas,se me marca la sonrisa en la cara de principio a final. Son particulares tus médicos, eh.. jeje
Un saludo y espero a la próxima crónica.
Malvina
Puff las salas de espera.. lo de los crucigramas es tal cual, igualmente has tenido suerte. En mi dentista las revistas más nuevas que hay tienen a Marcelo Tinelli pero cuando estaba en Ritmo de la Noche!!
como no soy una Dorita y las trato de evitar, suelo llevar el mp3 pero he tenido tanta suerte que en ese momento, si justo en ese! se te acaban las pilas! o todo el mundo juega con su celular..y estemm el mio no tiene jueguitos!
fuera de broma, hay veces que se escuchan cosas interesantes.. mientras que esperaba a mi dermatóloga escuché a dos señoras que recién se conocían hablar de que a una le habían sacado "su hijo" las Abuelas de Plaza de Mayo.. chan.. Si hubiera sido ahora me venía justo para PDI.
espero la próxima aventura, ojalá que sea lo de inglés.. a Monina le va a gustar o las vas a traicionar?? jeje
un beso!
Ale:
Primero que nada la APG no va a realizar ningun comentario contra esta cronica, lo unico que te puede decir es que ir a la nutricionista para que te imprima una dieta es una cagada. Te ofrezco mis servicios gratis.
Segundo, lo del medico no puede ser verdad, me tenes que estar jodiendo no se te puede haber quedado dormido 3 veces, yo no voy mas no sabes si vio o no los estuidios al final.
Saludos genio, la APG esta a tu disposicion
doy fe que puede pasar...me ah pasado de acompañar a mis abuelos a un medico no se de que en calle 51 y 4 y se duerme!!!!!!!!!!! se duerme!!!
y si lo unico que podes hacer es esperar que despierte y el tipo sigue haciendo lo que venia haciendo o diciendo lo que venia diciendo!
y vos sei como hasta ahora que 4 y 1/2 es un buen numero ya te lo dije no le des bola a matibu...pensa esto ..el le ofrecio sus servicios a el señor x (fierro)
estuvo muy bueno....jw
Muy linda la crónica, no?... Pero no me duermo de gusto señores, es un sindrome parasimpático denomminado enfermedad de Hubber que me propina breves lapsos de dormición, pero que no alteran en nada la continuidad de mis pensamientos. No se preocupe Sr. Santander, no lo atenderé nuevamente. Sin más, lo saluda Dr. Ignacio Solazy.
P.D: Con respecto a su quiste, no me animé a decirle que le queda una semana. Apurese con la 4ta Crónica.
Ale querido, no se como llegué hasta acá, pero la verdad es que me resulta entretenido leer estas cosas. Y te pregunto, realmente se duerme el tipo?
¿¿¿¿se quedaba dormido con los ojos abiertos???? ¿¿¿o entraba en trance al ver las placas??? en una de esas el tipo hacía un viaje hacia la zona que las radiografías mostraban, volvía y te decía...
por eso tantos diplomas :)
saludos
Alejo geniales tus cronicas me muero de risa...tenes suerte vos ehhh te pasan todas!! jeje
che empeza ingles asi te vemos con gil jeje
saludos y espero la proximaQ!
Y un día pude leer la tercera crónica en busca de pepperland. Lo de la nutricioncita es realmente poco serio, ¿la mina lo atendió toda chivada? (bueno quizás puede resultar sexy, no se tendria que decirmelo usted). El dentista bien, o sea a pesar del trauma que genera ir a que lo expongan a uno, a que le abran la boca y comience el show de baba, olores, ruidos, es normal. Pero lo de la eminencia es terrible: el tipo se quedaba dormido mientras atendía!!!!!!!! Una cosa de locos, si no es porque ya lo había escuchado (por usted obvio) me hubiera resultado muy difícil creerlo en esta crónica. Santander, déjese de joder hágale caso a Lettieri grande y deje esa dieta y utilice los libritos haa y mucho fútbollllll jeje.
Abrazo!
Alejo, empecé hace muy poco a leer tu blog, y recién hoy me decido a comentarlo. No hubo ni una crónica en la que mi risa quisiera ocultarse, sobretodo en esta, fue muy cómica!!! No veo la hora de actualizarme, ponerme al día, ya que voy por la 3º, pero estoy en camino.
Saludos, Vale.
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